viernes, 16 de marzo de 2012

A través del retrovisor, segunda parte.

Aquí les traigo la segunda parte del cuento, realmente la musa ha estado a mi favor y la escritura se me ha dado de forma fluida, simplemente no logro sacarme de la cabeza a estos personajes. Sí disfrutaron de la primera parte que esta aquí por si no la ven XD, seguro les encantara esta. Estén pendientes cada viernes que aún queda más de esta historia.

Segunda parte.


El edificio azul, en la calle sesenta con avenida setenta y siete.

El edificio azul, en la calle sesenta con avenida setenta y siete.

El edificio azul, en la calle sesenta con avenida setenta y siete.

Su dirección estaba esculpida en mi mente, permanecía constantemente alerta por si la nombraban en la radio para tomar la carrera, así no fuera ella la que había llamado, había una pequeña probabilidad de que lo fuera. 

Varías veces fui en vano, viéndome decepcionado de que mi pasajero no era ella. En una ocasión fue un hombre que aparte de que pasó todo el viaje despotricando contra el gobierno, al final discutió por el costo y me pagó menos de lo que valía el traslado. En otra, fue una mujer digna de aparecer en un Botero que además, no parecía conocer lo que era el silencio. 

Nunca me molestó que un viajero hablara, más bien sentía que mi personalidad taciturna y soñadora los invitaba a compartir sus confidencias, y en vez de opinar solía hacer ruidos de afirmación cuando el momento lo ameritaba. 

Pero hoy la única voz que mi cuerpo exigía oír; era la de aquella soprano salida de mis más pecaminosas fantasías. 

Otra llamada de aquel edificio azul, la tomé, pero no me hacía muchas ilusiones, me sentía en el fondo de un barranco en el cual ni alcanzaba a ver la cima. Sin luz, sin salida. 

Esperé sin esperar nada, en frente de la residencia una mujer con una carriola de bebe se acercaba al carro, una imagen que debería ser de lo más encantadora a mí se me antojaba antipática y descorazonada; y ahí, justo cuando empezaba a creer que lo de ayer había sido un espejismo, una ilusión de esperanza de una necesitada y depresiva mente hundida en la oscuridad, ella aparece a paso lento, va tras la mujer de la carriola que no llega hasta el carro sino que sigue paseando por la calle. 

Se ve hermosa, lleva puesto su disfraz de santa, un largo vestido manga larga azul que no enseña nada de su devastadora figura. Entra rápido en el coche, otra vez se dirige a la universidad.

Vuelve a hacer su rutina de stripper, debajo de su largo manto lleva un increíble vestido carmesí ceñido al cuerpo, parece una vampiresa en busca de su presa, su piel reluce como satén, el vestido le llega hasta la mitad de los muslos, remarcándolos como carreteras por las que las manos quieren transitar y perderse bajo el espesor de su suave tela, unas botas marrones complementan su atuendo.

–  Lamento el espectáculo. Es que mi madre es muy mojigata y no le gusta que vaya ligera de ropa a la calle. – Es la primera vez que se dirige directamente a mí, sus palabras son el regalo del conocimiento, ya no somos dos extraños compartiendo el mismo cielo, ahora sé algo de ella, algo de su vida, es como una fortuna para un vagabundo. Por otro lado no podía estar más de acuerdo con su madre. Ese pequeño duendecillo malvado es la viva imagen de la provocación.

Saca un estuche de maquillaje y empieza a empolvarse el rostro, muchas mujeres al maquillarse terminan por desvirtuar su belleza, por robarse a si mismas su esencia natural, pero ella no, da pequeños toques, murmullos sobre su rostro, resaltando la obra de dios. Se impulsa hacia delante del carro, tratando de acercarse más al espejo retrovisor. Del escote de su vestido cuelga el carnet de la universidad, puedo leer su nombre “Scarlett”,  lo saboreo en mis labios, lo pronuncio de forma inaudible. 

–  Eres muy joven –, comenta mirándome con esos insondables ojos. Me está escaneando, espero no verme demasiado mal. No soy un modelo de ropa interior pero nunca he provocado los suspiros de las chicas, ni se desmayan a mi paso, soy delgado de forma atlética, estatura media, con un cabello oscuro y largo con tendencia a desordenarse y unos ojos castaños ocultados tras unos lentes que son la factura que me pasaron tantas horas de pintar a media luz. 

–  Tengo 23 años –. Respondo en voz baja, un poco más nervioso de lo que debería estar. 

Toma un labial rojo sangre y se lo pasa por los labios, son exuberantes, llenos y suaves. Labios para besar. Me los imagino recorriendo la desnudez de mi cuerpo, susurrando besos por doquier. Besos en la boca, profundos y devastadores, nuestras bocas desgarrándose en deseo, suspiros de placer ahogados, su aliento cálido y apresurado se mezcla con el mío.

Besos pequeños y juguetones esparcidos por mi torso, bajando por mi abdomen, su cabeza entre mis piernas, esos cálidos y generosos labios saben bien qué hacer. Mi pulso se acelera, el calor me envuelve como ataduras, ella termina de pintarse la boca y me sonríe, dientes blanquísimos son revelados, pequeños diamantes en un cofre. 

Llegamos a la universidad, me paga. Pero esta vez se despide con un cálido:

– Hasta luego.

– Hasta luego, Scarlett – Me despido una vez que ella cierra la puerta del coche. 

Al bajarse del coche se encuentra con otra chica, su pelo es largo y oscuro como ríos de tinta negra, lleva puesto unos pantalones cortos y una camisa suelta, piel morena, ojos azules. Son como el día y la noche encontrando al crepúsculo. Se saludaron, la chica de oscura cabellera pasa su brazo por los hombros de ella y caminan juntas al complejo universitario. 

Una antigua y olvidada sensación tomó el control de mí, un cosquilleo en mis manos “¡Tengo que pintar!”.

¡Al diablo el trabajo! A toda velocidad manejo hacia mi casa, pero primero hago una pequeña parada en la tienda, compro lienzo y pintura, también paso por la tienda de delicatesen, vino tinto, el más caro, queso roquefort y pan. El sueldo de un mes desaparece. 

Ya en mi casa dejó que me lleve la marea de la inspiración, una dama muy voluble que cuando llega o navegas, o te conviertes en un naufragio a la orilla de una playa. 

La pinto como la imagino. Desnuda, piel blanca como la crema con pequeñas pecas adornándola tal las flores a un campo. Su sexo liso y sin vello, sus pezones rosados y tentadores, pecas privadas, escondidas de la luz del sol pero no de mi pincel. 

La contemplo por un rato, es la única figura en el lienzo, un fantasma surcando entre la niebla. Luego cubro su trémula carne con plumas rojas, llamas de fuego a su alrededor, está encendida, consumida por el fuego de mi pasión.

Termino el cuadro, ya es entrada la noche, mi ropa y piel están manchadas de pintura. Tomo una copa de cristal y me sirvo el vino. Líquido escarlata como su nombre, quiero consumirla, beberla como éste licor, saborearla, que su aroma se cuele por mi nariz, estar ahogado en ella, rodeado por ella. Pico un pedazo de queso y de pan.

Si quiero tomar vino y comer un mal oliente queso caro, lo haré. Lo haré aquí, junto a ella.
Levanto la copa y brindo hacia su retrato. Mi ave Phoenix, la que me hizo renacer de las cenizas.

3 comentarios:

  1. Que bueno xD!!
    realmente has estado muy inspirada!!
    tremendo capitulo, me gusto mucho, cuantos detalles!!
    esta genial!!
    besos

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  2. Si es que Mario y Scarlett no salen de mi mente. Espero que los examenes me permitan seguir escribiendo X-x

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  3. Me sigue gustando pero hecho de menos que suceda algo entre los dos... es que si no para mi esto ni es erotico ni es nada...

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Esto no te toma ni dos minutos y hace muy feliz a una persona <3

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