jueves, 9 de agosto de 2012

A través del retrovisor 5ta parte



Como dicen por ahí "Mejor tarde que nunca", espero de verdad a quienes la hayan esperado disculpen la tardanza. No sólo tuve muchos inconvenientes y fata de tiempo para escribir, es que también esta parte a continuación es una de las más importantes y le puse mucho empeño. Espero que les guste y a los que no han leído nada de esta historia aquí están la primera, segunda, tercera y cuarta parte.

Muchas gracias a todos aquellos que se toman un minuto de su tiempo para leer mis locuras y pasarse por mi galaxia. 


***


Ella me miraba desde el papel, y si movía rápidamente las hojas sus dulces labios se alzaban en una sonrisa. ¿Cuántos días habían pasado desde nuestro último encuentro? Uno… Dos… Tres... No lo sabía ni me importaba ¡Ya era demasiado! Necesitaba otra ración de ella. Ni siquiera sus retratos podían generar una leve evocación del efecto que su presencia creaba en mí. 

Tire mi cuaderno de bocetos al piso, salí de la casa y me monte en el carro con la fija idea de hallarla. El crepúsculo se cernía sobre la ciudad y las nubes avisando una pronta lluvia opacaban las bellas luces del atardecer. 

Conduje hasta su casa y allí espere como Romeo que mi trágica Julieta se asomara en algún ventanal. Después de largos minutos infructuosos empecé a deambular por los alrededores buscándola. Mis manos temblaban ansiosas y mis labios alzaban un rezo silencioso a su presencia.

La lluvia empezó a caer como un pesado manto sobre la ciudad, que tras poco tiempo comenzó a parecerse a la Atlántida, un reino perdido y olvidado, solo bajo las olas. El nivel del agua en las calles aumento de tal manera que sería dañino para el carro, así que di la vuelta para regresar a casa cuando la vi, sentada en una banca de un parque, la lluvia la golpeaba inclemente tratando de derrumbarla como a un castillo de arena. Detuve el carro frente de ella y bajé el vidrio.

-¡Hey! ¿Necesitas que te lleven?

Levanto el rostro lentamente, su maquillaje estaba corrido, su cara suplicaba por partes iguales castigo y misericordia. Sin mediar palabra se levanto y entro en el auto, apague el aire acondicionado, aumente la calefacción a la vez que me quitaba la chaqueta y tomaba unas toallitas húmedas de la guantera. Me volteé y se las entregue.

- Toma, ponte esto, debes estar congelándote. Límpiate la cara – Me miró, pareciendo más joven que nunca, y por un segundo pensé que su cara estaba empapada de lágrimas en vez de agua de lluvia.

Me agradeció, tomó la chaqueta y empezó a limpiarse el rostro. Parecía un ángel arrancado del cielo arrojado directamente al océano. Manejé lentamente esperando que el agua no estuviera haciendo de las suyas con mi carro.  Di un vistazo a la parte trasera del carro para chequear a Scarlett, había tenido razón sobre el llanto. De sus ojos caían lágrimas lentamente, de esas llenas de dolor que por más que intentas retenerlas en tu interior logran encontrar la salida. Ojos empapados, una fotografía del pasado, esos ojos y esas lágrimas también las tuve yo, las tuve cuando entre mis manos sostuve la carta que negaba todo mi trabajo, todo lo que yo era, que me negaba a mí. La carta que negaba mi beca en Francia.

Ignorando lo que había visto, dejándola acoger su dolor en privado trate de apresurarme y llevarla a su casa pero el agua no me permitía continuar moviéndome, detuve el carro bajo un farol. Escuche un sollozo ahogado sin control. No pude aguantar más. Me volteé y de la manera en que siempre quise tomé su rostro entre mis manos, su piel estaba helada, suave y pálida asemejándose al papel, como si fuera a romperse bajo la mínima caricia. Enjuagué sus lágrimas y la obligué a mirarme, uno frente al otro, ningún cristal interponiéndose entre los dos, quería sumergirme en sus ojos y robar de ellos el liquido dolor que los ahogaba.

-No les des esto. Ya les diste tu amor, no les des tu sufrimiento también.

Perpleja, me contempló como un venado encandilado por los faroles de un auto y entonces se abalanzó sobre mí, besándome hambrienta y desmedida. Sus labios despedían el sabor salado de las lágrimas y la sensación refrescante del agua fría de lluvia. Sorprendido, traté de hacerme para atrás, pero ella me siguió traspasando los asientos delanteros hasta estar al frente del auto conmigo. La separé de mí a pesar de que una voz en mi interior gritaba que era un maldito idiota. Nuestros labios a centímetros, nuestra respiración desbocada.

-¿Qué estás haciendo? – Le pregunté con la voz ronca de pasión. Enganchó su mirada en la mía y casi en un susurro dijo:

- Lo necesito.

¡Caso cerrado! Era yo quien la besaba ahora. Una parte de mi cerebro exclamaba que me estaba aprovechando de ella pero era acallada por el resto de mí ser que solo pedía que no la alejara nunca más.

Sus labios estaban cálidos ahora y se movían sobre los míos como los aleteos de un ave. Abracé su delgado cuerpo contra el mío, ella se sentó a horcadas sobre mi dorso. Las manos me cosquillaban, por fin estaba tocándola. Mis manos viajaban por sus piernas levantándole el empapado vestido hasta sacárselo por la cabeza. Su piel era terciopelo entre mis dedos.
Empezó a desabotonarme la camisa pero a mitad del proceso se exasperó y la desgarró, reventando el resto de los botones. Desabrochó mis jeans bajándolos junto a mis bóxers hasta las rodillas, le saqué la ropa interior y ella se estiró para buscar un condón en su cartera.
Esto era todo, estábamos listos, ahí desnudos justo en el mismo lugar donde la vi por primera vez, estaba hermosa entonces y ahora, no habían palabras para descubrir la belleza de su desnudes. El silencio se extendía a nuestro alrededor, nada más resonando el palpitar de nuestros corazones al ritmo de la lluvia que impactaba en el techo del vehículo.

-Mi nombre es Mario. – Le dije y bajé sus caderas hasta mí, irrumpiendo entre los mares de sus piernas. Uniéndonos en su estrecha calidez.

Un grito se escapó de nuestras bocas, estruendoso como los relámpagos en la lluvia. Ella se balanceaba sobre mí tomando el control con un ritmo castigador e implacable, mientras yo me concentraba en devorar la piel de su cuello. Su sabor era un embrujo en mi paladar, fui llenándola de besos haciendo un camino descendente hasta sus pechos sonrosados, llevé su pezón a mi boca y lo succioné con deleite, mordisqueándole un poco. Ella bramó un gemido y me tomó con más fuerza. Esta vez el que gimió fui yo. Nos hallábamos en frenesí, nuestros cuerpos al unísono en una sinfonía melodiosa.

Yo la amaba. Amaba sus formas, sus maneras, lo poco que la conocía y lo mucho que lo hacía. Mi musa del pecado. Ella cerraba sus ojos consumida por las llamas de la pasión que nos envolvía. Yo tomo sus cortos cabellos y la obligué a abrir los ojos y mirarme.

-Di mi nombre – Le ordené. Sus ojos estaban muy lejos de mí, me miraban confundidos, fuera de todo entendimiento. - ¡Di mi nombre! –. Repetí, acentuando cada palabra con una fuerte envestida en su interior. Ella no respondía, trató de deshacer mi agarre pero la sostuve con mayor fuerza. - ¡Dilo!

- Mario –. Aulló mientras se dejaba llevar por la corriente del orgasmo, desatando con eso mi propio placer.

Nos quedamos quietos y sudorosos estremeciéndonos con las últimas convulsiones haciendo estragos dentro de nosotros. El carro estaba viciado con el aroma del sexo y la lujuria. Afuera había dejado de llover y la realidad cobraba vida de nuevo.  

5 comentarios:

  1. Un capitulo muy muy muy sexoso x/////x pero me gustó muchísimo xDD demasiado intenso (al menos para mí XDDD)

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  2. Valla !!! creo que 50 sombras de Grey quedara para el olvido, realmente muy bueno Pau !!
    Besos

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  3. hace poco me encontré con tu blog.... hermoso Blog, muy buen trabajo. Saludos!

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  4. Aaa tampoco como las 50 sombras de perversión xD

    Armando ya me paso por tu blog gracias por el comentario.

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  5. Este me encanto!! xD
    Ya era hora jajaja
    Bueno, voy a ver si has hecho continuacion ^-^

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Esto no te toma ni dos minutos y hace muy feliz a una persona <3

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