Por fin termine de pasarlo a la PC, ya mañana viene el cuarto reto, espero que continúen en la carrera conmigo. Creo que debemos continuar hasta el próximo mes para cerrar antes de diciembre que es un mes tan agitado ¿Qué creen ustedes? Pues aquí esta mi cuento, espero su opinión yo me pasare a leer los suyos ahora. Besos mis estrellas, nos estamos leyendo.
Profundidad.
Estando bajo el agua era lo más cercano que podía
concebir a la inexistencia. Te convertías en un ser ingrávido capas de moverse
a su antojo, sin la necesidad de aire o cualquier otra vicisitud mundana. Sólo
tú y las tranquilas olas envolviéndote como una capa protectora de la realidad
del mundo terrenal.
Lentamente subías a la superficie, la luz traspasando
las primeras capas de agua como brillantes cristales azulados que te rodeaban
mientras las cruzabas y tomabas una gran bocanada de aire volviendo a la vida,
naciendo una y otra vez.
En nuestra edad más temprana mi hermana y yo creamos
el club de las sirenas. Cuando vives en una isla la gente suele cansarse
rápidamente de la playa, pero eso no pasaba con Abi y conmigo. El mar era
nuestro hogar.
Las reglas del club eran simples:
- No podías pasar un día sin ir a la a nadar.
- Debías evitar en lo posible comer pescado ya que estos eran nuestros amigos acuáticos (Cosa que si me lo preguntan era sumamente difícil teniendo un padre pescador).
- Y finalmente. Siempre vivirías en la isla cerca de nuestro amado océano.
Cuando ese chico se acercó a Abi sabía que sería malas
noticias, era un forastero sólo se quedaría un par de días y luego regresaría
por donde vino, eso es lo que dije a ella para desanimarla y a mí para
tranquilizarme.
Ese día Abi no me acompaño a nadar y “Ese chico”, paso
a ser Román el novio de Abie. Tuve razón en que sólo se quedo un par de días,
pero continúo llamando, escribiendo y regresando en cada oportunidad a la isla.
Supongo que debí haberlo visto venir cuando una mañana
mientras estábamos nadando Abi toda sonriente me confeso:
- Román me pidió matrimonio. ¡Vamos a casarnos
Lucie y tú serás mi dama de honor, estoy
tan feliz!
Forcé una sonrisa en mi rostro. Sabía lo que eso
significaba. Ella se iría dejaría la isla, el club de las sirenas y a mí. No
sabía cómo pero debía retenerla.
Los mese avanzaban y los preparativos de la boda con
ellos, no importaba cuanto protestará y pataleará.
Estábamos midiéndonos vestidos cuando no pude
aguantarlo más. Ella estaba frente al espejo, llevaba puesto un hermoso vestido
de satén que caía en cascada hasta el piso, sostenido por unos sencillos
tirantes con cristales incrustados y un pequeño escote en “V”. Estaba
resplandeciente.
-Este es – Declaro -. Este es el indicado.
- Me prometiste que nunca dejarías la isla – Le
espete
.
Abi se volteo hacia mí, su cara sería pero amable, por
primera vez en la vida se notaban los años que me llevaba.
-Lucie es que tú no entiendes.
- ¡No! Entiendo que te vas, que dejarás el club de las
sirenas.
- Sabes que no se trata de eso- Me miro y sonrió-. Lo
entenderás cuando estés enamorada- Me paso un vestido de gasa de color crema
claro-. Este es tu vestido ve a medírtelo.
Ese fue el final de nuestra discusión y si intentaba
retomarla ella acallaba mis palabras
.
El día de la ceremonia llego y yo simplemente apague
mi conciencia. Se suponía que éramos sirenas, criaturas marinas sin ninguna
atadura terrenal y aquí estaba ella, atando su vida a ese hombre.
Cumplí mi papel como dama de honor y tan pronto como
las sortijas rodearon sus dedos fue tiempo de celebra. Abi y Román bailaban, reían resplandeciente con su amor mutuo. Yo estaba miserable, odie su felicidad
y me odie a mi misma por eso.
Entonces mis pies comenzaron a moverse, estaba
corriendo con todas mis fuerzas, removiendo cada uno de mis músculos. Tras mis
parpados sólo podía ver las olas batiendo contra la arena de la playa. Tome las
llaves de uno de los botes de papá y sin pensarlo dos veces lo arranque a toda
marcha haciendo mi camino entre las olas
Llegue a un lugar cerca del arrecife donde el agua era
tan cristalina que parecía una fina capa de vidrio reflejando toda la vida submarina. Me lance a ella con todo y vestido, dejando que el mar lavara todo mis
problemas, no tenía que pensar, ni tenía que respirar.
Flote en la superficie con los ojos serrados, mecida
por las olas como una madre amorosa, el vestido navegaba a mi alrededor abierto
como un abanico, el sol besaba mi piel con sus calientes labios, el sonido del
viento y las gaviotas como música de fondo. Estaba en mi elemento, mi lugar de
paz, o por lo menos lo estuve hasta que una molesta voz interrumpió a través e
todos.
-Luces cómoda.
Abrí los ojos alarmada, estaba en medio de la nada y
por alguna razón había un chico en el bote de mi padre.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
El chico sonrió mostrando unos dientes como perlas
contra una piel tostada como el sol.
-Soy Max, trabajo para tu padre limpiando botes, y tú
más o menos me secuestraste y me trajiste hasta aquí.
Hice un sonido de exasperación y tal Max sólo rió en voz alta.
-Lindo vestido por cierto.
Empecé a hacerme consiente de como el vestido debía de
transparentarse pegado a mi cuerpo y de sus ojos inquisidores sobre mí.
-Podrías dejar de mirarme.
- No creo que nadie podría dejar de mirarte cuando
estas en el agua. Pareces una sirena.
Ese fue el momento cuando se lanzo del bote hacia mí.
Su cabello de color azabache húmedo y sus ojos… Dios, eran espectaculares del
familiar color azul del mar en un día soleado.
Él estaba cada vez más cerca y yo me ahogaba en sus
ojos. Cuando los miraba me sentía como cuando estaba en las profundidades, como
si todo el mundo no existiera y sólo estuviera yo lejos de la realidad. Mi
pulso se acelero y el me tomo por los hombros.
- Eres Lucie ¿Verdad?
Yo asentí y el me beso.
Me ha gustado mucho esa historia
ResponderEliminarWow, es genial, Paula! Es impresionante la historia que ha surgido de la imagen o.o
ResponderEliminarMi enhorabuena, porque es fantástica!!!!:)
Un beso!!
Oww, que linda historia, muy linda enserio C:
ResponderEliminarSaludos